martes, 18 de agosto de 2015

La Sequía y el ejemplo de Israel y el Profeta Elías.

      “Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” 1Reyes 17:1.

Por: Domingo Rodríguez / laplumadelescriba.blogspot.com

            En los últimos meses hemos observados en los medios de comunicación como se han dado voz de alarma por la gran sequía que afecta a toda Latinoamérica y los Estados Unidos, específicamente en el Sur. Los ríos han disminuidos drásticamente su caudal, las presas están en emergencia, los campos y cultivos han sido afectado fuertemente.

         La ganadería en determinadas ciudades se observa con mucha pena y preocupación. La ciencia solo se limita a decir que eso se debe al fenómeno el “Niño” y por el Calentamiento Global. Estamos a mediado de Agosto y el Atlántico ha tenido poco o ningún fenómeno atmosférico que pueda traer lluvia. Eso te dice que la cosa es bien grave.

         Lo cierto y es lo que muchos no quieren decir y otros no saben, es que hay algo más profundo espiritualmente hablando que está ocasionando que no llueva y aumente la sequía. No solamente porque se trate del ser humano, sino de los árboles, ganaderías, etc. Porque todo estos son seres vivos también.
         Estudiando la Biblia podemos observar algunos casos de porqué Dios permitía hambruna y sequía en muchos lugares. Y todo tienen un denominador común: La Idolatría y las abominaciones de esos lugares.

         A la luz de la Escritura vamos analizar el caso de Israel en tiempo del profeta Elías, para que podamos entender por qué Dios permitió que por tres años y medio no lloviera y trajera como consecuencia sequía y hambre.

La Sequía en Israel en tiempo del Profeta Elías.

         En los tiempos de Elías, la nación de Israel estaba sumida en terrible Idolatría y todo tipo de pecado abominable delante de Dios (1Reyes 16:29-33). Había una depravación tal,  que los reyes de Israel y el pueblo en general, se inclinó en adoración a dioses perversos que Dios le había dicho que no lo hicieran (1Reyes 11:30-39).

         Toda esta abominación en Israel empezó cuando Salomón se inclinó al pecado de casarse con mujeres paganas y éste por complacerla le construyó altares a sus dioses. Eso trajo como consecuencia que el corazón de Salomón se desviara hacia todo tipo de pecado, como la idolatría, el adulterio, la lujuria, la borrachera y todo tipo de vanidades (1Reyes 11:1-13). Como Salomón era el rey, todo el pueblo corrió tras los pasos del monarca.
         Por ésta razón, al morir Salomón el reino fue divido en dos, reino del norte (Israel-Samaria) y reino del sur (Judá). Si observamos detenidamente nos daremos cuenta que el pecado de Idolatría y las abominaciones nunca cesaron en Israel-Samaria hasta que fueron invadidos y sacados de su tierra por Asiria (2Reyes 18:9-12).

         Ahora bien, Dios siempre levantó profeta (como hoy) para que le avisaran a los gobernantes y el pueblo de Israel de sus pecados y que se volvieran a Dios, pero  no hicieron caso. Durante el reinado de Acab, el rey más perverso y malo que tuvo Israel (1Reyes 16:30), vivió el profeta Elías. Este tremendo profeta de Dios le advirtió varias veces a Israel de sus pecados de idolatría (2Reyes 1:3), pero como sucede hoy en día con las personas, no hicieron caso y por eso acarrearon juicios.

         Un día el profeta, por mandato de Dios, le advirtió al rey Acab que no llovería sobre todo el país por varios años  y por lo tanto se esperaba una gran sequía y hambre (1Reyes 17:1). Luego de tres años, Acab y el pueblo no se arrepintieron, sino que siguieron con sus abominaciones e idolatría.
         Tres años pasaron y Dios volvió a enviar a Elías a ver a Acab para advertirle de su idolatría (1Reyes 18:1-2), y el hambre era grave en Samaria capital del reino del Norte (Israel). Pero el hombre cuando está lleno de orgullo y desprecia a Dios, lo que hace es culpar a otro y endurecer su corazón. Acab cuando vió a Elías en  vez de arrepentirse y clamar a Dios por su perdón para que envíe la lluvia a su pueblo, se limitó a decirle al profeta que iba en su ayuda “Eres tú el que turbas a Israel?”, pero el profeta le respondió: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales” 1Reyes 18:17-18.

         Del encuentro de Elías con el rey Acab vino el enfrentamiento con los sacerdotes de Baal y dio como resultado que estos fueran todos degollados y todo el pueblo alabó a Dios (1Reyes 18:20-40). Con los sacerdotes de Baal muertos y el pueblo reconociendo a Dios como su Señor, todo estaba preparado para que las lluvias volvieran sobre Israel. Luego de ese acontecimiento en el Monte Carmelo, llovió en gran manera en todo Israel (1Reyes 18:45). Dios le estaba demostrando a Acab como rey y a todo el pueblo de Israel, que la idolatría y los pecados abominables pueden traer desgracias sobre ellos.


La Sequía en Nuestros Días.

         La Biblia dice dos cosas muy ciertísimas: Primero: Ecl 1:9  “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol“. Segundo: Heb 13:8  “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.
         Qué observamos en el mundo hoy en día, especialmente en Latinoamérica y los Estados Unidos? La idolatría por doquier y pecados abominables a flor de piel. Los dioses que Israel adoraba (baales), eran dioses de pueblos paganos que practicaban todo tipos de pecados: la homosexualidad, el aborto, la hechicería, sacrificio de humanos, borracheras, homicidio, etc. etc.

         Igual que en los tiempos de Elías, tenemos países como los Estados Unidos donde crece cada día el homicidio, es legal el homosexualismo, ritos satánicos con humanos, el aborto es legal y el consumo de alcohol y drogas va en aumento. Pero eso no sólo es en Estados Unidos, sino que otros países como Puerto Rico, Brasil, Argentina, y otros, han seguido esa agenda perversa y están sumiendo cada día a sus pueblos en desgracias.
         La sequía que nos afecta hoy en día, digan lo que digan los científicos,  es un juicio de Dios por estos pecados, y si El en el pasado castigó pueblos hoy también puede hacer lo mismo porque Dios “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Por todo los países hay hombres de Dios advirtiéndole a los gobernantes y a los pueblos, como en los tiempos de Elías, que se arrepientan y se humillen antes Dios, pero lo que escuchamos son argumentos orgullosos y descalificando la Biblia para establecer la Verdad y la Moral.

         Dios en Su misericordia envía avisos de que algo no anda bien, como es el caso de la sequía, pero el hombre no se da por enterado o se hace de la vista gorda. Todavía no hemos llegado al extremo donde pueda haber una gran hambruna, pero si seguimos viendo al mundo desbocado en una involución perversa, tarde o temprano le alcanzará un mal mayor del cual no puedan escapar.

         En conclusión, estamos en un tiempo profético donde todas las profecías se están cumpliendo a nuestros ojos. Tal y como Pablo le dijo a Timoteo, vendrían tiempos donde los hombres serían perversos y malos (2Timoteo 3), y por consecuencia el juicio de Dios caería sobre ellos y la Tierra irremediablemente.
         El hombre se ha acarreado el mal y hoy se observan las consecuencias. Cuál debería ser la actitud correcta? Arrepentimiento. La Biblia dice que si confesamos nuestros pecados y nos apartamos, hallaremos la misericordia de Dios y El quitaría el mal de nuestra tierra.

         Ahora bien, usted está leyendo éste artículo y se pregunta ¿Y si me arrepiento pero los pueblos no? Yo le puedo decir que Dios ha prometido que los que se arrepienten y se humillan bajo Su poderosa mano, alcanzarían tiempos de refrigerios y el mal  no te tocará como una maldición.
         Si el hombre se arrepiente y deja su mal camino, Dios va a enviar Su lluvia desde el cielo.


2Cr 7:13-14: Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.