Del estallido misterioso al indicio de la belleza, repasamos cinco argumentos que Tim Keller presenta a favor de la existencia de Dios.
Tengo una buena noticia que contaros hoy. Bueno, tengo dos. La primera es que Dios es bueno, muy bueno, vamos, es bue-bue-bue-buenísimoooo. La segunda es que por fin he conseguido la reciente traducción de La razón de Dios (Andamio, 2014) de Timothy Keller en español.
Compré la versión original en inglés –The Reason for God (2008)- hace un par de años en el aeropuerto de mi amada ciudad natal de Belfast (Irlanda del norte). Me gustó tanto el libro que me entraron ganas de traducirlo. Pero claro, luego está la cruda realidad. ¿Cómo encontrar el tiempo libre para traducir casi 250 páginas del inglés al castellano? ¡Misión imposible! Por eso le felicito a Pilar Flórez por su magnífica obra de traducción. Estoy en deuda. La versión castellana es una auténtica joya. Así que decimos: “¡Gracias, Pilar, por la traducción!” Y por supuesto, también decimos: “Thank you, Tim Keller, for the original!”
Hay tantas cosas positivas que se podrían decir del libro que no sabría por dónde empezar. Por lo tanto, en mi artículo de hoy, simplemente quiero dedicarme a trazar cinco de las razones por las que el hermano Keller (pastor presbiteriano en Nueva York) ofrece para creer en la existencia de Dios.
Espero que os ayuden a todos a la hora de hacer apologética y evangelismo. Hablaremos sobre: 1) el estallido misterioso; 2) la alfombra cósmica de bienvenida; 3) la regularidad de la naturaleza; 4) el indicio de la belleza y 5) el fracaso de la filosofía atea.
#1: EL ESTALLIDO MISTERIOSO
El primer argumento de Keller es el “estallido misterioso”, es decir, el Big Bang o la Gran Explosión. La ciencia contemporánea está convencida de que el universo comenzó a existir en algún momento del pasado. Pero, ¿cómo puede ser? ¿Qué podría haber provocado semejante explosión? Si todo lo que existe en este universo es contingente (en términos sencillos, depende de otra cosa para su existencia), ¿cómo explicar la existencia del cosmos? ¿De qué dependerá? Keller contesta: “Evidentemente, algo externo a la propia naturaleza; esto es, un ser sobrenatural no contingente, existente por sí y en sí”.2 El efecto es el universo. La causa más lógica es Dios.
#2: LA ALFOMBRA CÓSMICA DE BIENVENIDA
El segundo argumento es el llamado principio antrópico. ¿De qué va? Nuestro querido hermano Antonio Cruz –el apologeta español par excellence- definió el concepto de la siguiente forma hace una década: “Parece como si todas las leyes de la física que rigen el universo hubieran sido cuidadosamente diseñadas para hacer posible la vida humana en la tierra”.3 Keller, apelando al genetista Francis Collins, al astrofísico Stephen Hawking y a los filósofos Alvin Plantinga y John Leslie, llega a la conclusión de que el ajuste fino del universo es una clara huella de un Diseñador inteligente. ¿Cómo es posible que las constantes físicas (tales como la velocidad de la luz, las fuerzas nucleares débiles y fuertes, etc.) del universo estén tan precisamente programadas para que haya vida en la biosfera? ¿Es concebible que el azar produjera tal armonía y exactitud? Según Francis Collins, “Si alguna de esas constantes se alterara, aun tan sólo en un millonésima parte, o, en algunos casos, en una sola parte en un conjunto de millones de millones, el universo no existiría como lo conocemos”.4 Es como si el universo supiera que veníamos. Necesitamos una explicación más satisfactoria que la pura buena suerte. En otras palabras, necesitamos la hipótesis de Dios.
#3: LA REGULARIDAD DE LA NATURALEZA
El tercer argumento surge a partir de la regularidad de la naturaleza. La pregunta clave aquí es: ¿cómo es posible la ciencia?, reflejando un poco la conocida observación de Einstein, “Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible”. Keller reflexiona sobre el razonamiento inductivo del quehacer científico para preguntarse por su origen. ¿Podría el desorden del azar engendrar tanto orden? Parece poco probable. ¿No sería un Diseñador inteligente y racional la mejor explicación? Lo bueno de este tercer punto es que Keller (siguiendo los pasos de los británicos David Hume y Bertrand Russell) demuestra que ni siquiera la ciencia está libre de presuposiciones sino que presupone que haya orden y leyes en el universo. Sin esta convicción fundamental, la disciplina científica no podría funcionar ni llevarse a cabo. “La ciencia no puede demostrar la regularidad continuada de la naturaleza, que es algo que, de suyo, hay que dar sentado por fe”.5 Si hay que tener fe para hacer ciencia, ¿por qué sería irrazonable tener fe en Dios? Interesantemente, Keller añade que el espíritu científico moderno nació aquí en el mundo nor-atlántico. ¿Por qué? Porque la cosmovisión cristiana de la Europa moderna creía que había un Dios diseñador detrás de todo el universo, por lo tanto, fue lógico suponer la existencia de leyes, orden y regularidad en la misma naturaleza. La ciencia moderna, entonces, existe gracias a Dios.
#4: EL INDICIO DE LA BELLEZA
El cuarto argumento de Keller es “el indicio de la belleza”. Razona que el deseo que sentimos por la belleza, el amor y la moral son señales de que somos mucho más que máquinas bioquímicas. Si los deseos que experimentamos como seres humanos se corresponden a cosas existentes capaces de satisfacerlos (por ejemplo, tenemos hambre y existe algo llamado ‘comida’), ¿qué pasa cuando nos encontramos con un anhelo que nada en este mundo puede llenar? “Anhelamos algo que nada en este mundo va a poder satisfacer. ¿No constituye eso un indicio de la existencia de ese “algo” que queremos? Ese deseo que no puede en manera alguna satisfacerse es lo que entendemos como un deseo humano innato y profundo, siendo uno de los principales indicios que apuntan a la realidad de Dios”.6 Si deseamos a Dios será porque Él ha colocado tal deseo en nosotros. Fuimos creados para algo más grande que este mundo presente.
#5: EL FRACASO DE LA FILOSOFÍA ATEA
Keller acaba su lista demostrando la debilidad de la postura ateísta actual. Fundamentándose en la biología evolutiva materialista, el nuevo ateísmo cree que el cerebro humano está programado para sobrevivir y nada más. Según esta perspectiva, todos los sentimientos humanos tienen explicaciones puramente neurobiológicas. Creemos en la belleza, el amor, la moral y la verdad por razones químicas y evolutivas; no debido a la existencia de un Dios personal.
Sin embargo, si el cerebro humano sólo tiene que ver con la esfera de la supervivencia y la química, se nos presentan algunos problemas bien gordos a nivel científico, filosófico y existencial. Primero, si el cerebro se reduce a la conservación de la especie, ¿qué pasa con la búsqueda de la verdad? Pues, “pasa a un segundo plano” (Patricia Churchland). Segundo, si el cerebro únicamente se preocupa por sobrevivir, ¿cómo podemos confiar en nuestra mente tocante a cualquier asunto? Fue precisamente esta segunda observación que atormentaba a Charles Darwin. En una carta a su amigo Will Graham (¡no es ninguna broma, por cierto!), el padre del evolucionismo moderno confesó, “Surge siempre la terrible duda de si las convicciones humanas, desarrolladas a partir de una mente procedente de animales inferiores, tienen algún valor o son siquiera en algún modo fiables”.
¿Qué tiene que ver todo eso con la cuestión de Dios? Tiene mucho que ver porque significa que no tenemos que hacer caso a lo que nos dicen los materialistas. No hace falta creer sus aseveraciones. Al fin y al cabo, cuando hacen una afirmación como “Los conceptos de la belleza, el amor, la moral y de Dios son espejismos humanos”, dan por sentado que están diciendo la verdad. No obstante, ¿cómo pueden saber que su cerebro no les está engañado puesto que solamente está programado para sobrevivir? El cerebro, en última instancia, no se encarga de investigar la verdad. Para citar de nuevo a Keller, “Si, tal como afirman los científicos evolutivos, lo que nuestro cerebro nos informa acerca de la moral, el amor y la belleza no es cierto –por ser tan sólo un agregado de reacciones químicas diseñadas para transmitir nuestro código genético- igual será el caso con lo que su cerebro les informe respecto al mundo. Y si eso es verdad, ¿qué razón hay para que le demos crédito?”
CONCLUSIÓN
Los cinco testimonios de Keller –el estallido misterioso, la alfombra cósmica de bienvenida, la regularidad de la naturaleza, el indicio de la belleza y el fracaso de la filosofía atea- se tratan de un caso acumulativo. Sumando los cinco argumentos juntos, se aprecia que la cosmovisión teísta es mucho más coherente con la realidad que la alternativa ateísta. “Su efecto acumulativo es, creo yo, provocativo y potente […] La teoría de que existe un Dios que hizo el mundo da razón de la evidencia que percibimos de mejor manera que la teoría opuesta de la negación de ese Dios” (Keller).
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